Gerard Rodríguez

Sería muy difícil poder plasmar por escrito todas las sensaciones vividas en un viaje de estas características. Bueno, difícil no, más bien es imposible.

En mi caso personal, este ha sido mi primer viaje a África, y soy de la opinión que es una tierra que te atrapa y te roba el alma.

En Senegal hemos dejado algo más que los 400 kilos de material diverso entregado, hemos dejado una pequeña parte de cada uno de nosotros.

El viaje ya empezó antes ni siquiera de coger el avión, ya que era necesario hacer una correcta distribución de todo el material que llevábamos repartido en una docena de maletas: ropa, medicamentos, gafas graduadas, muñecos y juguetes diversos … se puede decir, por tanto, que la primera etapa en un viaje así es preparar la logística.

Ya en Senegal, donde llegamos ya entrada la noche, las primeras horas fueron una prolongación de este trabajo logístico, agrupando el material según las zonas del país donde teníamos que llevarlo para colocar en la furgoneta de una manera que fuera fácilmente localizable en todo momento, lo que agiliza mucho nuestra labor.

Una de las sensaciones más notables que constaté es que la vida allí funciona a otro ritmo. Todo es más pausado, no hay el tráfico al que estamos tan acostumbrados en nuestra sociedad. Los minutos, las horas, los días, parece que pasen más lentamente, tienes la sensación de estar aprovechando mucho más el tiempo.

Es por ello que continuamente, entre proyecto y proyecto, durante los muchos y muchos kilómetros de desplazamientos, encontrábamos tiempo para, digamos, la improvisación, buscando villas o poblados donde poder repartir arroz, jabón o ropa.

El proyecto principal y más estimulante en este viaje era el llevado a cabo en el dispensario de Dialacoto. Es un poblado que agrupa a una región de unos 15.000 habitantes con un dispensario médico donde, a pesar de que hay un equipo de gente muy trabajadora, dinámica y preocupada por el bienestar de la población, no disponen de los recursos necesarios. La llegada allí con el coche de transporte de enfermos que entregábamos (y que previamente esa mañana habíamos estado rotulando) fue espectacular: la asociación de mujeres del poblado nos había preparado una cálida bienvenida, incluyendo música, bailes y parlamentos de algunas autoridades. Hicimos entrega, también de medicamentos, un frigorífico, un ordenador portátil y material quirúrgico.

Esta primera parada ya fue un reflejo de lo que pude constatar durante todo el viaje: la enorme gratitud que demuestra todo el mundo hacia cualquier cosa que les des o hagas por ellos. Las horas de consulta estuvieron llenas de anécdotas e historias, unas divertidas, otras tristes y duras, pero todas ellas inolvidables … Esta tarea de atender a la gente con problemas ópticos se repitió en Tomboronkoto, otro poblado donde estuvimos unos días más tarde y donde también llevamos medicamentos.

La segunda semana de viaje estuvo dedicada sobre todo al “proyecto arroz”. Cada día íbamos a comprar sacos de 50 kg de arroz y paquetes de jabón, y nos lanzabamos a la carretera; a medida que encontrábamos poblados rurales que pareciera que tenían necesidades, nos parábamos y hablábamos con la gente para conocer mejor su situación. Dejábamos también ropa, sobre todo para los niños, a quienes también regalábamos globos, caramelos … eran días de recorrer grandes distancias y pasar mucho calor, pero que te llenan de satisfacción al ver la sonrisa de los niños, las caras de felicidad de los adultos y el hecho de poder pensar que, al menos por unas semanas, a aquellas familias les habíamos hecho la vida un poco menos difícil y dura.

Me sorprendió el hecho de que, cuando íbamos a cualquiera de estos poblados de las zonas rurales, nos recibían con los brazos bien abiertos, aunque aún no sabían ni quiénes éramos ni qué íbamos a hacer. Lo poco que pudieran tener nos lo ofrecían sin dudarlo……… Cuando vives estos momentos es fácil comprender porque dicen que el Senegal es el país de la Teranga (acogida).

En resumen, todo lo que puedo decir es que este viaje ha sido una experiencia inolvidable y que, sin duda, espero repetir …

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